AL ROJO VIVO

Escucho la tronadura de las 12 y se me acelera el corazón, significa que la naturaleza nos ha regalado unas toneladas más de ese mineral verdoso en su esencia y que termina de rojo furioso convirtiéndose en el cobre que todos conocemos.

Debo recorrer todo el proceso porque es mi trabajo, todo esta intercomunicado y yo a eso me dedico, pero termina siendo tan secundario y tan minimizado ante la fascinación que me produce ese proceso alquímico.

Chancado, lixiviación, fundición y otros partes del proceso se me hacen frecuentes, el aire que respiro ya no me complica, la falta de oxígeno tampoco.

El contraste de ese desértico mar de colores marrones con el rojo furioso del mineral fundido y licuado me parece un cuadro antagónico perfecto

Los olores sulfurosos, carbónicos y clorhidratados se me impregan y me gusta, tanto como el casco y los bototos sucios.

La minería requiere alma de minero, gusto por el polvo en suspensión y amor por el desierto.

Me siento pequeña, todo me hace sentir ínfima, desde los camiones hasta la faena en si. La industria, el proceso y la producción se va mimetizando, asemejando a la grandiosidad de la naturaleza, no podía ser de otra forma. Me siento un punto, pero un punto que se le hincha el corazón y se le pone rojo como el cobre cada vez que pisa el territorio de una naturaleza tan generosa